«Una economía basada en la explotación sin límite del planeta es parte esencial del problema al que nos enfrentamos»

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Ana Dolores Verdú Delgado es Antropóloga Social y especialista en Estudios de Género de la Universidad Miguel Hernández de Elche (Alicante). Será una de las conferenciantes en la Jornada Crisis Ecológica y Alternativas Sostenibles a la que podremos asistir el próximo miércoles 5 de diciembre en el Aula Magna de Filosofía y Letras de la Universidad de Alicante. Ana hablará sobre qué papel puede jugar el Ecofemnismo y el animalismo dentro de la perspectiva altermundista

Pregunta: ¿Considera que la actual crisis económica y financiera ha relegado a un segundo plano las cuestiones medioambientales y de defensa de los derechos de los animales?

Respuesta: Bueno, no creo que estas cuestiones hayan ocupado nunca un lugar importante para los gobiernos, pero es cierto que ahora hay una preocupación general por la economía mirando sólo hacia un lado, a cómo curar un sistema que ha fallado, aunque la solución sea simplemente ponerle un parche y esto nos exponga a sufrir reiteradamente el mismo problema en el futuro. Lo que muchas personas vemos preocupante es que se sigan tomando decisiones y ofreciendo análisis que no llegan al fondo de la cuestión, porque en realidad, el tener una economía basada en la explotación sin límite del planeta para el disfrute de una parte del mundo y a costa de la pobreza de la mayoría, del riesgo para las generaciones futuras y del biocidio es una parte esencial del problema económico al que nos enfrentamos hoy.

P: ¿Qué aporta el feminismo a la perspectiva ecologista?

R: Pues mira, aporta mucho. El movimiento feminista ha sido capaz de transformar muchos aspectos injustos de la sociedad con mucha paciencia, haciendo uso de la razón, y de hecho ofrece un marco teórico muy interesante para el análisis de nuestras relaciones con “lo otro”. Si el feminismo surge como reacción contra las políticas y valores que utilizan la diferencia sexual para discriminar, el ecologismo lo hace con aquéllos que utilizan nuestro privilegio como especie para explotar y destruir. En el fondo, lo que los dos movimientos denuncian es una estructura de poder, por lo que ambos coinciden en una crítica a la cultura que normaliza la desigualdad y la injusticia extendiendo unas barreras artificiales, ya sea entre los sexos, entre grupos sociales, o entre la naturaleza y el ser humano, con el único fin de proteger unos determinados intereses.

 P: En un artículo afirmó que ecofeminismo y amor son lo mismo y que es necesario superar procesos nocivos para la naturaleza, los animales y los humanos como la explotación partiendo de ciertos sentimientos. ¿La economía es incompatible con las emociones?

R: En ese artículo me refería al amor como actitud positiva frente al mundo a partir del reconocimiento y la admiración de “lo otro”, lo que nos lleva a la necesidad de cuidarlo y al beneficio tan grande de recuperar nuestro vínculo con lo natural. Es un error catalogar esta actitud como meramente emocional y creer que la explotación indiscriminada es algo racional. De hecho, la actitud de la que hablo requiere de un esfuerzo intelectual, y sin embargo, hacer uso de lo ajeno, como de los cuerpos de los animales, lo único que puede producir a nivel intelectual es un bloqueo de ciertas capacidades. Tendemos a confundir interés y racionalidad. Sobre esto Edgar Morin nos dice que la razón que ignora a los seres, la subjetividad y la vida, es sencillamente irracional.

Así que, con respecto a la pregunta que me haces, pienso que la economía puede adoptar muchas formas, no tiene que ser reducida irremediablemente al capitalismo salvaje, que a su vez se sustenta en una ideología particular que impone esta falsa racionalidad. Si nos quedamos con lo que tenemos ahora es triste pensar que la economía puede ser compatible con la injusticia, con la desigualdad e incluso con la tortura a los animales, y que no puede serlo con el amor.

 P: En el mismo artículo cita dos experiencias ecofeministas, una centrada en Asia protagonizada por el movimiento Chipko en la segunda mitad del siglo pasado se propuso repoblar el Himalaya, y otra en los bosques de Kenia, con la iniciativa ‘Cinturón verde’ y la consecución de un Premio Nobel de la Paz para una de sus precursoras, Wangari Maathai, en el año 2004. ¿Existe alguna acción similar en Europa?

R: Pues en Europa se habla mucho de la feminización del voluntariado. Las mujeres parecen ser mayoría en el voluntariado asistencial, ya sea dirigido a personas como a animales, y también tienen una presencia importantísima en el activismo ecologista. Esto tiene que ver con que las mujeres, también en Europa, han sido socializadas para el cuidado en mayor medida que los hombres. De todas maneras, hay una diferencia clara. En las sociedades occidentales no existe ya una división sexual del trabajo tan radical como en las sociedades donde las mujeres se agrupan en defensa de la naturaleza. La forma de vida aquí nos ha hecho perder a todos por igual la conciencia de la necesidad que tenemos de la tierra, del agua, incluso del afecto. Entonces yo no conozco en nuestro contexto casos comparables a estos ejemplos de la India o de Kenia, pero veo algo muy positivo, y es que los movimientos ecologistas y animalistas están creciendo y que en ellos hombres y mujeres trabajan juntos por lo mismo, generalmente en pie de igualdad.

 P: ¿Cuál es la situación actual del ecofeminismo en España? ¿Está integrado en el movimiento ecologista?

R: Creo que la perspectiva ecologista es marginal dentro del feminismo y también en el ecologismo, aunque aquí en los últimos años yo me he llevado algunas sorpresas al comprobar que el pensamiento ecofeminista puede estar en la base de muchos proyectos, y que en muchos casos además, hay un conocimiento profundo de esta filosofía. Te pongo como ejemplo a Equo, quienes colaboran precisamente en esta jornada. Pienso que tanto para el feminismo como para ecologismo, adoptar una perspectiva ecofeminista es una consecuencia lógica de haber adquirido una gran madurez, pues lo que ya hemos comprobado es que en una sociedad compleja todos los fenómenos están estrechamente interconectados, y que debemos extender la mirada y poder trabajar simultáneamente en diferentes campos. Como indica la ecofeminista Vandana Shiva, vivimos en un mundo en el que la destrucción planetaria y la violencia contra las mujeres son fenómenos que crecen paralelamente. Y, por otro lado, lo que el ecofeminismo señala a menudo es que no se puede pretender alcanzar un modelo sostenible con respecto a los recursos naturales si no lo es con respecto a la energía humana, porque sabemos que la sociedad capitalista también depende de la explotación de las mujeres para el cuidado de niños, ancianos, enfermos, y en general, para las tareas de reproducción de la sociedad.

 P: La retirada en el año 2006 de las retransmisiones en TVE de las corridas de toros supuso un espaldarazo a las reivindicaciones del movimiento animalista. ¿Su vuelta a la pantalla el pasado mes de septiembre se debe valorar como una derrota?

R: Ahora mismo se percibe cierta lucha ideológica, y por lo tanto, utilizar el poder de los medios de comunicación para convencer y normalizar a nivel social lo que se defiende es una estrategia coherente con esta lucha. Aparentemente hay una victoria de lo tradicional, pero no creo que se mantenga a largo plazo. La sociedad que se niega al cambio y al progreso está perdida. La evolución cultural forma parte de nuestra naturaleza y de nuestra historia.

 P: En su opinión ¿qué pesó más en la decisión de los dirigentes de la cadena de radio televisión pública: el ocio de los consumidores, el negocio de la ‘industria’ o la ideología de las élites gobernantes?

R: Ahí yo no puedo entrar, sólo sé que muchísimas personas en el mundo se mueven sólo por dinero. Y sobre los consumidores de este ocio, pues sabemos que van en descenso, aunque éste no sería un aspecto relevante para defender la abolición de la tauromaquia, sino el hecho de que constituye una diversión que necesita del mal ajeno, algo que presenta un problema ético importante. El que este tipo de ocio, basado en la crueldad, sea retransmitido públicamente y subvencionado por el estado nos tiene que dar que pensar, ¿qué valores se transmiten a la juventud con un espectáculo que es básicamente una exhibición de poder humano sobre un animal en desventaja? Nada bueno, eso seguro.

 P: ¿Qué posibilidades existen de revertir esta situación?

R: Si te refieres a la violencia humana contra los animales, yo sí que aprecio un cambio progresivo de conciencia por parte de la ciudadanía, pero desde luego, falta un compromiso más firme de la ciencia, ya que hay mucho trabajo por delante para conseguir que las sociedades superen los prejuicios con respecto a la vida no humana, y también para que los gobiernos se planteen apoyar un sistema que no dependa tanto del sufrimiento ajeno para mantenerse. ¿Posibilidades? No lo sé, hay días que estoy más positiva, y me alegro de los pequeños avances que se consiguen, pero ten en cuenta que vivimos en una sociedad que interpreta la defensa de los animales como una ofensa a los humanos, por lo que se hace muy complicado establecer un debate sosegado sobre este tema que para algunos es tan polémico. Además, los medios muchas veces contribuyen al mantenimiento de los prejuicios, en lugar de contribuir a la sensibilización, yo encuentro que se censura mucho más la demostración de empatía hacia los toros que otro tipo de manifestaciones, y así tenemos contradicciones como el que la compasión, que es un valor positivo en nuestra cultura, se convierta en tabú cuando se dirige a ciertos animales.

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